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Vajillas que cuentan

Los años ´50 fueron un tiempo de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales y en esa nueva Argentina caracterizada por crecientes niveles de  justicia social, los trabajadores arreglaron sus casas, conocieron lo que era cocinar con gas y tener una heladera eléctrica.

Las políticas de sustitución de las importaciones dieron paso al crecimiento de muchas industrias locales que acompañadas con nuevas leyes laborales, hacen surgir  numerosas  fábricas de cerámica y de porcelana.    Estas mutaciones en el estándar de vida de los obreros, reafirmó su propio gusto y dio lugar a un nuevo y floreciente mercado. La industria de la cerámica tuvo grandes marcas como Lozalito, Boulogne, Riviera, con modelos muy valorados por el público como Kent o el paisaje oriental que es una  reinterpretación del clásico bluewillow.  Entre 1952 y el 53 surgen Verbano y Tsuji como las empresas que por primera vez ofrecen porcelana nacional.

A medida que pasaban los años crecía la demanda pero el país  nuevamente también cambiaba políticamente. En 1955, con la autodenominada revolución libertadora y durante los años ´60  las industrias descuidaron a sus trabajadores y el ambicioso proceso de producción fue de una crueldad que llegó a  dañar la salud  de los obreros y  hasta acortar la expectativa de vida de sus empleados.

Los años ´60 no solo se vieron marcados por un notable cambio en los diseños sino también la expansión de talleres devenidos en fábricas, como es el caso de  Carstens, Hartford, Festival de Lozadur y JIMA que inserta en le mercado las piezas semi industrializadas, pintadas a mano. Una vuelta vernácula al art and craft

Los derechos de los trabajadores  tomará otro giro a principios de los años ´70 cuando primero la Alianza Anticomunista Argentina y luego el gobierno de facto surgido del golpe de Estado de 1976 pusieron especial énfasis en la persecución a sindicalistas y obreros. La dictadura  militar en complicidad con empresarios y dueños de las industrias ceramistas entregaron a  decenas de mujeres y hombres, muchos de los cuales  hoy siguen desaparecidos.

La industria de la cerámica tuvo su estocada final cuando el ministro de Economía Martínez de Hoz, en 1976, abrió las importaciones.  El ingreso desmedido de piezas   termino no solo con la industria de la cerámica sino que modificó el gusto de esa clase trabajadora que ahora compra en los ¨Todo por dos pesos¨.